En el año 1.305, El Cañavate pasa a formar parte del extenso Marquesado de
Villena y, por distintos motivos, su nombre trascendió sus anchas
fronteras. Su señor, el Infante Don Juan Manuel, nieto, sobrino y primo de
reyes, fue un brillante escritor medieval, un hábil e intrigante
negociador y un tenaz administrador. Era tan rico y poderoso que podía ir
de Navarra a Granada durmiendo cada noche en un castillo propio. Su
orgullo, casi patológico, le llevó a exigir al rey, según cuenta la
Crónica del rey Don Alfonso el Onceno que: “ ficiese la su tierra ducado,
que fuese exento de todo tributo real y que pudiese labrar moneda en ella…
e que se llamase Duque.”
No consintió el autoritario rey tales pretensiones, pero no pudo evitar
que Don Juan Manuel empobreciese la economía castellana, acuñando
fraudulentamente moneda en su aldea de El Cañavate. Así se lee en la
Crónica del rey Don Alfonso el Onceno, página 230: “...en todas las villas
de la frontera de Aragón et en todo el arzobispado de Toledo corría la
moneda... en esta guisa: Los dineros jequeses en prescio de coronados e
los dineros reales en prescio de dineros novenes”. Y en la página 233
sigue diciendo: “ et… Don Juan, fijo del infante Don Manuel mandó labrar
de aquellos coronados en su Logar que decian El Cañevate”.
La simple curiosidad obliga a formularse esta pregunta:
¿Dónde estaría situada esta fraudulenta ceca? Aventuraré una respuesta
recurriendo a datos históricos y también, por qué no, ateniéndome a un
olvidado relato de tradición oral, al que no presté la merecida atención
hasta que no me planteé la pregunta.
El casco urbano que conformaba la entonces aldea o lugar de El
Cañavate, estaba constituido por los siguientes barrios: El Pozo, El
Pocillo, El Chorrillo, las Garitas y lo que actualmente son parte de las
eras, conocido entonces como: Barrio de Madrid.
Todos sabemos que, en aquella época, la cueva era una importante
estancia de la vivienda y no había vecino que se preciase que, mayor o
menor, no tuviese su cueva en donde elaborar y guardar sus vinos y otro
tipo de alimentos. Siendo así las cosas, la ceca debió estar instalada y
oculta, por simple precaución, en una de las cuevas del barrio del
Chorrillo, y muy pocas personas debían conocer su existencia.
¿Y por qué en ese barrio y no en otro?
En una de aquellas larguísimas y añoradas veladas de las tardes-noches
de invierno, sentados en torno una humilde lumbre de paja y a la mortecina
luz de un candil, con aires de misterio y trazas de leyenda, oí contar al
viejo y enigmático pastor, el tío Juan, “Panzaquemá”, que en una de las
cuevas del barrio se hallaba escondida, no sólo una inmensa fortuna, sino
que además estaban también los troqueles para acuñar cuantas monedas
quisiéramos. ¿Fábula, leyenda, olvidada tradición?
La historia demuestra documentalmente que en El Cañavate existió una
fábrica de moneda y, posiblemente, ese hecho real sea la fuente de tal
relato. Es cierto también, que en ese barrio, incluso bajo los cimientos
de algunas viviendas hay cuevas cuyas dimensiones exceden, en altura y
anchura, las necesidades de un simple lagar de familia. ¿Por qué esas
dimensiones? ¿De dónde procede ese relato? Interrogantes que conducen a
una línea muerta, sin otra conclusión que la certeza de que, alguna de
nuestras casas, fue cómplice de la ambición del por otro lado moralista,
autor del Libro de los Exiemplos del Conde Lucanor et de Petronio.
No sería nada raro que alguno de los ejemplos que narra D. Juan Manuel
en El Conde Lucanor, estén basados en anécdotas o sucesos vividos en El
Cañavate porque, bien para vigilar y controlar su fábrica de moneda, o
bien para practicar el deporte de la caza, deporte del que era un experto
conocedor y gran aficionado, sus visitas debieron ser frecuentes y
prolongadas.
Es obvio que conocía perfectamente su término y que, como dicen los
cazadores, lo tenía bien pateado, cuando, en el Libro de Cetrería, lo
describe así: “El arroyo de Alcanauate nasce so los cubos en la fos del
Castillo et entra en el Záncara en el Pouencio; et este es muy buen arroyo
de caça et va por muy buena tierra et muy llana et ay en el muchas ánades
además et es todo buen lugar para caçar con falcones, pero en algunos
pocos lugares ay muy malos pasos et como almarjales. Et en este arroyo ay
muchas garças al paso et muchas cigüennas prietas et…. entre el
Castiello y Alcanauate ay dos lagunas... et que él, cuando venía de
pasada, mataua quarenta o cincuenta garallones”.
Dentro del extenso y despoblado territorio del Marquesado de Villena, El
Cañavate no sólo fue conocido por su fraudulenta ceca, sino que algunas de
sus gentes, a quienes se les ofrecía el acceso a la propiedad gratuita de
la tierra, repoblaron, por los años 1.311 a 1.314, parte de la mancha
Albacetense, formando nuevos poblados. Aún perdura por estas tierras el
apellido Cañavate, siendo famosa en La Roda la llamada Esquina de
Alcañabate, formada por el escudo de armas de la familia de D. Pedro
Carrasco Alcañabate. |