Dice Pilar García Trobat que el Marquesado de Villena llegó a funcionar
con instituciones propias y originales, como si de un pequeño estado se
tratase. Una de estas instituciones eran LAS JUNTAS.
Las Juntas eran una especie de cortes, en donde se reunían dos o tres
veces al año los representantes de las villas, convocados en un primer
momento por orden e iniciativa del señor. Cuando los concejos toman
conciencia de la eficacia de las mismas, se convierten en reuniones al
servicio de los intereses de las villas, reuniéndose a veces, sin la
convocatoria del señor y aún sin su consentimiento. Este sistema de
administración, aparentemente democrático, se vio cercenado a partir de
1.345, teniendo que elegir, como representantes de las villas o concejos,
a los llamados “hombres buenos”. Es decir, a los más ricos o a
aquellos que tenían intereses comunes con el señor o con la corona.
No todas las comunidades que integraban el Marquesado tenían su
representante en las Juntas; tal derecho estaba reservado para aquellas
que disfrutaban el privilegio de Villazgo o ciudad. El número de
procuradores asistentes por concejo, generalmente eran dos, pero había
concejos que por discrepancia con otros y, más frecuentemente, por
penuria económica, no los enviaban. Los procuradores de El Cañavate
excusan su asistencia a una de las reuniones de 1.523 por padecer una
terrible, contagiosa y mortífera epidemia de peste.
El ocupar los primeros puestos, tanto para sentarse como para votar, era
causa de frecuentes disputas entre los procuradores electos, imponiéndose
siempre la mayor importancia del concejo o ayuntamiento representado.
El procurador o representante de El Cañavate ocupaba el asiento
número ocho y, a la hora de hablar, votar o firmar, el número dieciséis.
Véase el cuadro que nos presenta José Cano Valero.
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