Blanco, silencioso, humeante en las frías tardes de invierno, ceñida su cintura por el Córcoles, su río; acurrucada una parte a los pies del cerro del Castillejo, sobre el que emergen las ruinas de un antiquísimo castillo y la majestuosidad de su impar ermita y descansando un poco la otra parte, en la falda del cerro del camposanto, El Cañavate sorprende al viajero que, por la carretera Nº.3214 entra o sale de la inmensa llanura de la Mancha.
Todos los nacidos, hijos de nacidos, nietos, naturalizados y amigos de El Cañavate, estamos obligados a cuidar y conservar para el futuro nuestras costumbres, tradiciones, historias, leyendas y su patrimonio natural y cultural, en su mayor parte desconocido.
Lo mucho que queda por hacer corresponde a la nuevas generaciones. No consintáis que El Cañavate se quede tan desierto como Istonium, ese poblado que fue hace más de dos mil años y que ahora apenas se adivina en los alrededores de la ermita.
Yo quiero aportar mi granito de arena e invitar a que hagan lo mismo
cuantos tengan algo positivo que añadir. Todos se lo agradeceremos.
Fallo del concurso literario "Cuentos de El Cañavate" |